Escritos de: Leocadio Antonio Peña Nava. Page: 2

Leocadio Antonio Peña NavaBy.Leocadio Ernesto Peña Viloria.

Una parte de la información de la biografía de: Leocadio Antonio Peña Nava.

Nació en un pueblito de San Juan de Isnotu (Venezuela). En la parte alta de la montaña. El 17 de diciembre de 1929. Desarrolló su infancia en compañía de doce hermanos, viviendo muy humildemente, trabajando la Agricultura. No tuvo la oportunidad de estudiar cuando era joven: Pero, aprendió a leer con mucho sacrificio. Un padre ejemplar en todos los sentidos, el cual aprendió en la escuela de la vida.
Un ser único, para mí. Y una persona entregada a la lectura como pocos en la vida [...]
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pencilplus32.png Escritos compartidos por el autor. Índice de letras publicadas en esta página. Leocadio Antonio Peña Nava.

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Obra escrita de Leocadio Antonio Peña Nava. Edición autorizada.

La maestra Lolita

Hace muchos años, existió un señor llamado José. Él fue el maestro de una escuela en un caserío de las montañas andinas. En ese lugar funcionaba una escuela privada que cobraba 5 bolívares mensuales por un alumno.

A José le regalaron una lora llamada lolita. Ella sobresalía entre los demás loros de su especie, por su inteligencia de repetir muchas palabras e inventar nuevas formas de lenguaje. José siendo un buen maestro no lograba comprender como Asia lolita para saber tantas cosas.

Un día, lolita le dijo a José que ella deseaba ser libre para fundar una escuela. José quedo asombrado por la decisión de lolita que siendo un animal, aspiraba ser una maestra. José había llevado a lolita para la escuela donde cumplía una gran labor, pero, ella comenzaba dándoles clase a los alumnos.

A ellos le encantaba su forma, su rectitud y su trato cordial para con todos. A José no le convenía que ella diera clase, por lo tanto, dejo de llevarla para la escuela, y así, evitar el gran alboroto que hacían los alumnos.

José se iba para la escuela y dejaba a lolita enjaulada para que ella no se fuera. Un día, lolita llamo a José para decirle que no la enjaulara porque se iba a reunir con sus amigos alados. A José le pareció muy justa la petición de lolita.

Fueron pasando los días y lolita se sentía feliz con su nueva vida de libertad. Pero sucedió que un día, la lora desapareció. Entonces, José la busco por los caminos, los prados y las montañas, pero lolita no aparecía.

José pensó que quizás se la hubiese comido algún depredador, más el no perdió la esperanza de hallarla en algún lugar de aquella extensas comarcas.

José no se conformó con haber perdido a su amiga lolita. El seguiría buscando hasta hallarla. En esos días hubo las vacaciones de fin de año y José fue a descansar en un prado, donde un amigo poseía una cabaña. En aquel prado abundan las bandadas de loros.

José busco un lugar donde llegaba una gran cantidad de loros. Allí espero un largo rato, y cuando estuvo a punto de regresar, llego una bandada de loros que se sostuvo en el aire un instante. Entonces, José escucho una voz que le decía: José, soy la maestra lolita, ya funde una escuela.

A través de los años, José siguió yendo al lugar frecuentado por las bandadas de loros. El educador, lleno de nostalgia, jamás volvió a ver a su amiga lolita. No obstante, él también se llenó de felicidad al darle a lolita su plena libertad.

24 de mayo de 2012

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Las fantasías de un personaje

El relato fue una forma de conservar vivas las leyendas de algunas costumbres en tiempos lejanos. En época de mis abuelos, vivió el señor Pedro en la cordillera de los andes, en ese lugar fue costumbre los relatos en los velorios. Ahí, se elegía un veterano para entretener a la gente para que no dejaran solo a los familiares con el fallecido.

El señor Pedro, fue el más adecuado para aquellos cuentos. Él decía que una vez se le perdió una yunta de bueyes; y un amigo le dijo que los había visto en los llanos del cenizo muy lejanos a su pequeña granja.

Preparo su caballo panzón, y sus dos escopetas morochas, partió y llego a los llanos de aquel sitio. Antes de llegar, un desconocido le dijo amigo! Ya le pare la yegua; él respondió no, es mi caballo panzón.

Allá, en ese lugar sintió sed, y recordó que no llevo agua, entonces se sentó bajo la sombra de un árbol muy elevado y hojeó en sus recuerdos que una vez que fue a cazar dejo un taparo de agua en la horqueta de un arbolito pequeño; cansado se re costo y mirando hacia riba vio la vasija, agarro su escopeta y disparo, saciando su sed. Recargo con una bala de será y tapo la brecha para conservar el agua.

Llegando a la montaña, se topó con una ahuyama gigante a la cual le vio huella de ganado en una abertura que tenía; busco su hacha y comenzó a picar, y a los tres días hallo su yunta perdida y los amarro. Recogió dos semillas de la fruta que sujeto en su cintura.

Siguió su camino, y al Pasar por un rancho un forastero le dijo a buen par de alpargatas lleva usted en su cintura. No hermano, son dos semillas de ahuyama.

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