Escritos de: Nélida Beatriz Marteletti (Francis). Page: 2

FrancisNaci un 2 de enero en Nueva Galia-un pueblito de la provincia de San Luis-Argentina, a los 2 años viajamos con mis Padres, Antolín y Francisca, y mis hermanos hacia Buenos Aires, desde ahí vivo acá, en mi San Francisco Solano, en Buenos Aires.

Mi infancia fue muy feliz junto a mis padres y hermanos, soy una persona sencilla, humilde y muy solitaria, escribo desde los 13 años, mi primera poesía fue para mi madre, a la cual solo la tuve 15 años [...]
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pencilplus32.png Escritos compartidos por el autor. Índice de letras publicadas en esta página. Nélida Beatriz Marteletti.

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Obra escrita de Nélida Beatriz Marteletti. Edición autorizada.

La historia de Mario

El siguiente relato está basado en hechos reales, únicamente se han sustituido algunos nombres para respetar el anonimato de las personas a las que se hace referencia.

Esta es la historia de un niño solo, que fue abandonado: Mario nació en un barrio donde todo es pobre, las casas son pobres y la gente es pobre. Al nacer fue abandonado, su madre lo dejó solo en una cajita en la puerta de la casa de una familia también pobre, gente trabajadora que tenían seis hijos que cuidar y no podrían acoger a otro bebé. Hasta esa mala suerte tuvo, la nueva familia no pudo hacerse cargo de él y Mario volvió a quedar solo. Esa familia lo llevó a un lugar donde había chicos que también habían quedado solos.

Cuando Mario creció, ya tiene siete años, se lo veía siempre solo, pensativo, iba a la escuela pero a veces no tenia cuadernos ni útiles para seguir concurriendo y comenzó a abrir las puertas de los coches por monedas. En la esquina del “hogar” vivía doña Teresa, una anciana que todos los días tenía que cruzar la calle para ir a comprar, Mario la acompañaba ida y vuelta cada día trayéndole las bolsas a cambio de alguna que otra moneda que agradecidamente donaba doña Teresa.

Mario seguía creciendo y pensando que estaba muy bien solo aunque quería tener una familia, una mamá, una casa. Mario iba siempre a la iglesia del padre Luis, llegaba y se sentaba en el mimo banco frente a la imagen de –Jesús en la cruz- y le preguntaba si era mucho pedirle esas cosas: una madre, una familia, una casa. Mario se quedaba horas mirando a Jesús repitiéndole las mismas preguntas, triste salía sin ninguna respuesta (en su cabecita seguía la misma pregunta)

Mario también iba a la plaza Yaperu, ahí se lo veía solo, sentado mirando jugar a los demás niños, miraba como las mamás hamacaban a sus hijos o les hacían cariños, miraba con mucha tristeza cuando otros niños eran abrazados, besados. A Mario, nunca le habían besado, tampoco conocía lo que es el abrazo de una madre, no sabía quiénes eran sus padres, a veces pensaba y se preguntaba: ¿Cómo serán mis padres? ¿Tendré hermanos? ¿Por qué me abandonaron?... Pero bueno la realidad es el hoy, y hoy estaba solo, pensativo, soñando con tener una familia, una casa. A veces Mario quería trabajar, pero era un niño y los niños no trabajan, está penado por Ley, pero Mario pensaba: cuando saldrá una Ley que saque a los niños de las calles, que no los dejen solos; solos como a él, sin padres, sin casa, sin una familia que los contenga.

Mario continuaba creciendo y su familia no aparecía, el seguía viviendo en el “hogar” frecuentando la iglesia y la plaza Yaperu, yendo a la escuela y buscando trabajo. En su camino se cruzaba con más chicos solos; chicos viviendo en las estaciones de tren, plazas y veredas. Mario seguía buscando, buscando una luz, un calor humano, pero a veces las gentes estamos tan ocupados con nuestros problemas que tratamos de no ver el problema de los demás; es por eso por lo que Mario sigue solo. En ocasiones cuando ve jugar a los chicos a la pelota piensa que hubiese querido conocer o tener a un hermano.

Mario no es malo y nunca lo fue, pero vive solo, no tiene a nadie quien lo quiera, quien lo apoye. Mario como otros chicos de la calle está solo, Mario sigue buscando, sigue yendo a la iglesia, sigue sentándose en el mismo banco frente a Jesús. Ya no le pide casa y familia para él, pide casa y familia para todos esos chicos que están solos, chicos que la sociedad reniega, pide que les ayude, que los contenga, que los de amor… porque los chicos que están solos en la ?calle abandonados, no pidieron venir a este mundo. Los trajeron, los parieron, sí los parieron y no fue la calle, la calle no los parió.

Un hijo, nace de la unión de un hombre y una mujer, ¿y ahora, donde están esos padres? Mario sigue solo, no hay nadie, solo más chicos que están solos como él. Recorre calles y calles, continua mirando en las plazas, le gustan las plazas porque en ellas hay madres con sus hijos en brazos, le encanta ver como las mamás besan a sus hijos. Y él allí sentado sin saber a dónde ir; Mario sí sabe donde quiere ir y que tener, pero no puede, esa familia no aparece, espera y tiene esperanzas de que algún día aparezca su madre y lo abrace, no le importa el dinero solo le interesa encontrar a su madre.

Mario ya es grande, va a cumplir dieciocho años, ya han pasado 18, dieciocho largos años y sigue solo. Ahora trabaja, estudia y continua viviendo en el “hogar” donde lo dejaron (quizá esperando y con miedo que de irse algún día venga su madre a buscarlo y no la encuentre) Mario trabaja y ayuda al resto de los chicos que como él fueron abandonados, ha formado un grupo de jóvenes que enseñan un oficio a los demás chicos. Dicho grupo, apoya, protege, mima y da cariño a muchos niños.

Hoy, Mario sigue concurriendo a la iglesia del padre Luis, a la plaza Yaperu, ahora siempre se lo ve acompañado de otros jóvenes que como él fueron abandonados.

Un día Mario llegó muy temprano a la iglesia, se sentó en su banco, sí su banco de la iglesia, porque después de de 18 largos años ese banco vendría a ser de él. Mario esta vez llora, por sus ojos caen lágrimas, es tan triste ver a un niño grande llorar. Ese día Mario está muy triste, le pide a Jesús fuerzas para seguir viviendo y paz para el alma de DOÑA TERESA, la única persona que durante todo ese tiempo lo había ayudado.

Mario era muy agradecido, sentado frente al ataúd, se levanto, deposito una flor y le dio su último adiós a esa gran mujer que lo había ayudado durante su vida. Mario salió de la iglesia todavía por sus mejillas corrían lagrimas, las seco con su mano y comenzó a caminar hacia el “hogar”.

→ Nélida Beatriz Marteletti (Francis)

Un futuro incierto

Esta es una conversación entre una madre y su hijo.

Leandro -Qué pasa?

-Estoy pensado el camino que tengo que recorrer todavía, pero leyendo y sacando conclusiones de estos informes que saque de la compu, y por las historias que me cuentan, mis abuelos, estoy en una duda, vivir el hoy con la convicción de tratar de hacer bien las cosas para tener menos problemas en el futuro, sin vivir el presente y así dejar pasar los años, como todos dejaron pasar, pensando y creando cosas para el futuro incierto o creando por ellos mismos las cuales desde la llegada del hombre a la Luna, hasta hoy sigue lo mismo y cada vez peor.

La violencia es peor, y cada vez mayor, antes se robaba una gallina, e ibas preso, hoy se roba un banco, como una casa, o una abuela al salir del hospital, y nadie va preso, se mata por un celular o zapatillas, antes se fumaba marihuana y se decían Hippies. Hoy el, Paco, la cocaína, éxtasis y todo lo demás, está en la esquina, como los arboles, los padres y madres en su afán por tener un futuro asegurado para sus hijos, se olvidan de vivir el presente de Andrea que quedó embarazada a los 12 y de Juan que con su hermosa moto atropello a la vecina y huyó. Se confundió libertad con libertinaje un presidente gritó “libertad el pueblo está en democracia” y se dio libertad, y el pueblo que tenía dormida sus ansias de libertad, la convirtió en libertinaje y se olvidaron los valores de sus padres a la vez que les enseñaron con tanto ahínco, confundieron todo, la evolución los convirtió en soberbios, a ser hipócritas con sus padres.

Comenzaron a crear cosas sin valor, la discriminación está al alcance de la mano, está en todos los ámbitos, el poder como una cosa cotidiana la clase alta, la clase baja, el villerero, el cartonero, el boliviano, el paraguayo, la paranoia, entre los cuatro costados, la “evolución” “globalización” hace que los maestros en las escuelas, en lugar de enseñar a los niños los colores de la bandera, o los valores como: honestidad, bondad, solidaridad y demás les enseñen como usar un profiláctico, como tener sexo, cuando a los 9 años la infancia comienza. Se olvidaron de las hamacas, plazas y chupetines, para enseñar sobre: sexo, droga y como EE.UU. está en guerra con Irak, y los niños se convierten en seres que no saben cuánto es uno más uno, pero si tienen sexo y se olvidan de usar profiláctico y son madres a los 12 y dejan a sus hijos en hogares.

Volvamos a los padres, los cuales no ven, están ciegos, la soberbia, envidia por el poder y el consumismo, los convirtieron en seres sin corazón. Con doce o catorce horas de trabajo fuera de casa, dejando a sus hijos en manos de personas extrañas que no conocen, convirtiendo en hijas que matan a su madre porque le robo el novio, hermano que con una escopeta mata a su amigo, porque miró a su novia, o golpea a su propio hermano por celos, ah! Y no nos olvidemos de los abuelos, esos seres con hebras de plata en sus sienes, que tienen que vivir en silencio y soledad, porque si hablan u opinan los encierran en geriátricos, donde son castigados, maltratados o muertos, y no hablemos de la justicia, la cual uno sigue preguntando ¿Dónde está? Cada vez hay más jueces y abogados, pero se sigue yendo al arreglo, mientras las soledades siguen clamando justicia, no hay ídolos, no hay símbolos, si hay violencia, secuestradores, terrorismo, narcos, prostitución, el poder, la soberbia, la hipocresía, la mentira, la envidia, los celos, la traición, destrucción, muerte, violación. Son algunas de las primeras palabras de este nuevo diccionario en este mundo globalizado.

Mientras los poderosos sigan pensando y creando cosas para el futuro, las inundaciones en el mundo se llevaran hogares, niños y animales. La evolución sigue proyectándose al futuro y la humanidad se muere de hambre, los niños siguen descalzos y en la calle, pueblos dejan de existir, la naturaleza pide a gritos S.O.S. pide que no poden los árboles, que los animales vuelvan a ser libres, que los mares vuelvan a sus aguas cristalinas, el sol vuelva a brillar sin el Smog de polución, que abarca todo el planeta. La naturaleza espera que el hombre tenga una solución.

-Madre yo estoy convencido en vivir el hoy, el presente, porque lo que pienso del futuro está haciendo un gran impacto en mi presente, quiero vivir el presente como dije al principio, vivir con la convicción de tratar de hacer bien las cosas para tener menos problemas en el futuro, pensar en lo natural y no tanto en lo material y teniendo mucha esperanza que es lo que me da energía y me inmuniza de este futuro incierto.

→ Nélida Beatriz Marteletti (Francis)

Pequeño indiecito Toba

Pequeño indiecito, pequeño niño, no llores porque al llorar tú llorara la tierra, llora el cielo, llora tu raza.

Pequeño indiecito, pequeño niño, ven, te acunaré en mis brazos y no dejaré que tus ojos derramen más lágrimas. Pequeño indiecito, pequeño niño, no sabes que al nacer tú, la madre tierra y el padre cielo fueron felices porque con tu nacimiento tu raza existe, vive. Aunque parte de la sociedad te margine, aunque tu techo sea el padre cielo y tu cama la madre tierra; tú existes y sigues buscando la redención.

Tu existencia abre caminos de luz a tu raza y a ti pequeño indiecito, pequeño niño que viniste a este mundo para quedarte, para que tus raíces existan pequeño indiecito. Pequeño niño, se que tus padres sufren por la discriminación de su raza, se también que alimañas atacan, no solo: las vinchucas, la sarna, los piojos y las víboras; hay alimañas humanas que no os dejan crecer.

Se creen superiores pero no saben compartir, no quieren saber pequeño indiecito, pequeño niño, que ustedes son golpeados, están sin techo, enfermos, viven igualmente y quieren seguir existiendo. Es tanta las ganas de vivir pequeño indiecito, pequeño niño, que ni siquiera el agua con arsénico ni el hambre os detiene.

La necesidad de comprensión los hace trabajar la tierra con sus manos, dormir a la intemperie bajo esa luna grande. Pequeño indiecito, pequeño niño, no llores tus raíces crecerán, en un amanecer habrá esperanza, la luz que irradian tus ojos abrirá caminos, dará luz a tu raza, y así tú pequeño indiecito, pequeño niño… abrirás tus ojos, caminaras y vivirás, habrá justicia para tu raza.

No dejes de crecer indiecito Toba, y veras el amanecer frente a ti lleno de de fe y esperanzas. Crece pequeño niño, crece y cuida tu raza.

→ Nélida Beatriz Marteletti (Francis)

Escritos de Nélida Beatriz Marteletti (Francis), Page: 2

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